Pasaron un par de días.
Lucian regresó al territorio como si nada hubiese ocurrido; como si no fuera el causante de la muerte y el sufrimiento de miles. La sangre ya no manchaba su armadura, pero un cansancio mental, profundo, le cobraba factura. Entró a sus estancias sin preguntar por nadie. Sin que el nombre de Leah cruzara siquiera su mente.
Freya sí lo esperaba. Llevaba un vestido azul celeste que marcaba sus curvas y dejaba ver sus pechos, redondos y firmes. Había elegido con cuidado la hora, el lugar, la luz baja y el fuego. El perfume no era dulce, sino denso, animal. Sabía cómo atraerlo.
Lucian se detuvo al verla.
Ella se acercó despacio.Lo tocó primero con la mirada, luego con los dedos, apenas, como quien prueba el filo de una herida.
—Está agotado—murmuró—. Déjame cuidarle.
Él no respondió.La observó con la dureza que lo definía. Pero con ella… algo cedía. Nunca del todo, pero lo suficiente.
Freya esbozó una sonrisa. Sabía que ya había ganado.
La tomó con brusquedad, como s