Al encontrarse con Cassian y, en general, con todos, percibieron su olor en el camino y sabían lo que había pasado.
El olor a coito, según Cassian, era algo inconfundible. Respiró hondo por la nariz y se sentó en la piedra.
—Huele a fertilidad —canturreó y estiró los brazos.
—¿No hay nada extraño? —Noah estaba dispuesto a ignorar sus comentarios en doble sentido.
—No. Lo único es lo feliz que luce mi alfa esta tarde —le dijo, y una sonrisa burlona surcó sus labios—. Se ve hasta más delgado…
Noah le dedicó una sonrisa ladeada.
—Concéntrate en la guardia.
—Y tú en ese cachorro —Cassian no pudo evitar soltar otra risita—. El alfa debe ser constante en sus prácticas, para que, cuando llegue el día, todo salga bien.
—Me hablas como si fuera un crío —avanzó otro par de pasos hacia él y, aunque quedaba espacio para sentarse, no lo hizo.
—Bueno, el alfa nunca ha tenido una compañera. Nunca ha hecho un cachorro.
—¿Y tú sí? —Noah entornó los ojos. Si cuando era joven no le gustaba que lo tratar