—Ese collar está bien bonito, pero ¿por qué estás entonces tan molesta? —Simón miraba a Regina sin entender nada de lo que pasaba por su cabeza.
Regina se rio sarcástica y, con los ojos casi que, lanzándole rayos, le disparó una mirada fulminante a su esposo.
—El collar está bonito, sí... pero ¿cómo va a comprar algo tan caro Yulia, con su familia de clase media? ¿Sabes cuánto cuesta esto? ¡Cuesta una fortuna! —dijo, furiosa.
Simón, completamente perdido, le preguntó:
—¿Entonces qué es lo que quieres decir con eso?
Regina lo miró como si estuviera completamente fuera de lugar.
—¿Pues qué quiero decir? ¡Que mi hijo compró eso para ella!
Finalmente, Simón entendió el fondo del problema y asintió, aunque aún no lograba comprender todo el enojo de Regina.
—Pero, no importa quién lo haya comprado, al final el regalo es para ti. Tómalo como un gesto de cariño de los dos.
Pero eso no calmó a Regina. Estaba aún más furiosa.
—¿Cariño? ¡Eso no tiene nada que ver con cariño! ¡Esa mujer es superfi