Al mediodía, Yulia llevó los regalos al Grupo Yulia.
No hizo que Ricardo bajara a recibirla, porque por ahora solo era una asistente más. Ricardo ya había avisado en la recepción.
Después de registrarse con el guardia de seguridad, Yulia entró al edificio y se dirigió hacia el área de recepción.
—Hola, soy Lola, vengo a dejarle algo a Ricardo.
Siempre usaba el nombre de Lola afuera. La recepcionista, al escuchar su voz, se imaginó a una joven delicada y bonita.
Pero cuando levantó la vista y vio a Yulia, se sintió un poco avergonzada por haberse equivocado. Sin embargo, se repuso de inmediato y, con una sonrisa, le dijo:
—Señorita Lola, Ricardo está en el piso treinta.
Yulia agradeció con una sonrisa y se fue a esperar el elevador.
Era justo la hora del almuerzo, así que todo el mundo estaba saliendo a comprar café o algo de comer, lo que provocó que hubiera bastante gente esperando.
Cuando el elevador llegó al primer piso, todos se pusieron en fila para entrar.
Yulia, con una gran bol