Por la noche, la casa estaba muy tranquila. Marina estaba acurrucada cariñosa en el regazo de Diego.
—Yulia realmente ha crecido, ya tiene sus propias ideas y metas —dijo Marina suavemente, con una mezcla de orgullo y un cierto toque de preocupación en sus ojos.
Diego acariciaba su cabello con ternura, su rostro reflejaba una total calma y comprensión.
—¿Te preocupa que nuestra hija pase por problemas en el amor? —preguntó Diego, buscando por un momento calmarla.
Marina se quedó pensativa y suspiró.
—Decir que no me preocupa eso sería mentira. Y ese Baltasar... Necesitamos conocerlo bien antes de sacar nuestras propias conclusiones.
Diego, entendiendo la preocupación de Marina, le respondió suavemente.
—Yo también me preocupo demasiado, pero tenemos que confiar en ella. Ella es inteligente y fuerte, no dejaría que la lastimen.
Marina recordó cuando, para sorprender a Yulia, se fue a la universidad en secreto. Fue entonces cuando escuchó a algunos compañeros de su hija burlándose de ell