Ya era hora de buscar en otro lado. Diego tomó con firmeza la mano de Marina mientras subían al segundo piso y entraban a la habitación. Renato no los siguió.
Después de ducharse, Marina salió y vio a Diego concentrado mirando fijamente un mapa. Ella tomó una botella de agua, se la pasó y se sentó a su lado.
—Diego, ¿alguna idea al respecto?
Diego tomó el agua, la miró un momento y contestó:
—La siguiente parada, buscar en los barrios cercanos.
Marina sorprendida, miró la ruta, dijo:
—Mmm, entonces vamos a los Álamos.
Diego encendió la computadora y revisó los archivos de las personas que ya habían estado por ahí.
—Perfecto, intentémoslo una vez más.
Luego la abrazó, acurrucándola contra su pecho. Marina se acomodó y cerró los ojos.
A pesar de que el camino parecía largo y difícil de transitar, lo único que podían hacer era esperar y rezar para que algún día encontraran a su hija.
A la mañana siguiente, empacaron sus cosas y partieron rumbo a los Álamos.
El auto avanzaba a saltos por e