Capítulo 558
Estos días, Verónica no se apartaba de la entrada del hospital. Siempre que tenía un ratito libre, se sentaba en una de las sillas afuera.

Sus ojos seguían, con esperanza, los autos que pasaban.

En su interior, aún mantenía la esperanza de ver a Diego nuevamente.

La operación de Aitor había salido bien, pero ella seguía con trabajo y no podía tomarse mucho tiempo libre. En un par de días tendría que regresar a Valderon.

Un auto negro se detuvo frente al hospital.

El corazón de Verónica dio un vuelco y sus ojos se clavaron en el auto, llena de esperanza. Sin embargo, cuando la puerta se abrió y un hombre de mediana edad bajó, todo su entusiasmo se vino abajo al instante.

Decepcionada, apartó la mirada.

—No va a venir —se dijo a sí misma, con la voz llena de tristeza.

Margarita salió a buscarla. Al verla tan distraída, se preocupó y se acercó rápidamente a sentarse junto a ella.

—Verónica, estás rara estos días —dijo Margarita, preocupada.

Como la situación de su abuelo estaba un poco má
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