Dicen que a Yulia se le quemó la cara y que su familia ya no la quiere.
Al verla en esa situación, la pareja decidió llevársela a su casa para que les ayudara con las tareas domésticas. Al menos, le darían algo de comida para que no se muriera de hambre.
Cuando los vecinos se enteraron de esto, sintieron algo de lástima por Yulia, pero no dijeron nada más.
La esposa de Aarón, Belén, salió de la casa estirándose. Al ver que Yulia no estaba frotando la ropa, molesta le dijo:
—¡Feita! ¡Lava rápido! ¿Hasta cuándo vas a estar ahí fregando? ¡El sol ya se está poniendo!
Yulia no se atrevió a seguir tocándose la cara. Bajó la cabeza y siguió lavando la ropa con fuerza. Ahora ya sabía leer los gestos, así que intentaba no hacer enojar a Belén.
Belén se acercó al pozo, vio lo que Yulia hacía y, más molesta aún, le dijo:
—¡Feita, con más fuerza! Al mediodía, te voy a enseñar a cocinar.
Desde ese momento, Belén siempre la llamaba Feita. Yulia, todavía una niña, probablemente olvidaría su nombre or