Estaban esperando ver a Marina arrepentirse, pero, claro, Marina no tenía idea alguna de que ya estaban celebrando por adelantado.
A las ocho de la noche, en Estelaria, Marina recibió una llamada de Yolanda preguntándole cómo se sentía.
Marina trató de sonar algo tranquila, como si nada pasara:
—Yolanda, estoy bien, no te preocupes. Tú también cuídate mucho allá en Eldoria.
—No te preocupes, Marina, me cuido.
Miró directo hacia la cocina, donde Victor seguía preparando el desayuno. Aunque en Estelaria ya era noche, en Eldoria aún era muy temprano.
Yolanda, bajando un poco la voz y con un tono algo cansado, comentó:
—Por donde voy, siempre hay alguien siguiéndome. No puedo ni escapar si asi lo quisiera.
Por suerte, su personalidad era bastante abierta, así que no se dejaba atrapar por la tristeza.
Marina, frotándose suavemente la frente, respondió con un tono tranquilo:
—Yolanda, sé que no conoces muy bien Eldoria, así que no te arriesgues. Cuando termine todo esto, me aseguraré de ir a