Emilio miraba con furia a las tres personas que se encontraban presentes en el escenario. Al principio pensó que ese matrimonio sería algo bueno, pero ahora todo se había convertido en una tremenda vergüenza.
Yolanda tan pronto se dio cuenta de que Victor había traído a un niño para hacer alboroto en la boda.
Suspiró profundamente, intentando mantenerse tranquila, y dijo:
—Este niño no es mío, señor, por favor, no arruine mi boda.
Victor la miró con una sonrisa irónica:
—Yolanda, Ángel es el bebé que tú misma tuviste después de diez meses de embarazo. ¿De verdad no te das cuenta de que lo que estás diciendo le va a hacer mucho daño al niño?
Yolanda, ya conteniendo al máximo el enojo, respondió:
—Victor, ¿puedes dejar de inventar historias?
El niño levantó la cabeza, con los ojos rojos de llorar, y miró a Yolanda:
—Mamá, ¿de verdad no me quieres?
A Yolanda se le dolía la cabeza de lo nerviosa que estaba.
Ni siquiera sabía cómo explicar la situación, porque seguro todos ahí pensaban que