Después de que Yolanda se fue, Marina se puso a trabajar en algunos asuntos pendientes. Mientras lo hacía, se quedó pensativa, tratando de entender qué querían con todo esto.
Realmente no le encontraba mucho sentido, así que levantó la mirada y le preguntó curiosa a Diego:
—Diego, ¿por qué crees que quieren vender las acciones de la empresa?
Diego, siempre tranquilo y algo distante cuando se trataba de los Zárate, respondió con calma:
—No importa por qué lo hagan. Puedes comprarlas al precio del mercado.
Marina afirmó, pensativa.
—Eso tengo en mente. Esperaré a que pase la boda de Yolanda y luego hablaré bien con Enrique.
Diego, viendo que ella seguía concentrada, no pudo evitar sugerirle:
—¿No vas a descansar un poco? Podrías relajarte un rato.
Marina estaba por aceptar cuando el guardia tocó la puerta para avisarle que Matías y una señora de apellido Ramírez querían verla en ese momento.
Marina enseguida pensó en la familia Ramírez, la madre de Luna.
—Si no quieres verla, no hay prob