Uno con una sonrisa amplia, el otro con una expresión calmada y educada.
Ricardo, mostrando sus hoyuelos, sonrió despreocupado:
—Ya le compré el desayuno a la jefa. Lo que traes, mejor llévatelo de vuelta.
Daniel, ajustándose las gafas, respondió tranquilo:
—La sopa que traigo es ideal para que se recupere.
Ricardo suspiro y mantuvo la sonrisa:
—Dame el termo, yo se lo entrego.
Daniel sonrió sereno:
—No hace falta. Justo quería pasar a saludar a la señora Marina.
Ambos tocaron la puerta al mismo tiempo y esperaron.
Un momento después, Marina abrió la puerta.
—Jefa, le traje el desayuno.
—Mi jefe me pidió que le entregara esto.
Los dos hablaron casi a la vez.
Marina los miró y soltó una sonrisa de resignación.
—Adelante, pasen.
Ricardo y Daniel intercambiaron una mirada rápida antes de entrar con sus respectivos desayunos.
Ricardo dejó su bolsa sobre la mesa, animado:
—Jefa, este desayuno es de un desayunadero que ahora está bastante popular. Tuve que hacer una fila larguísima para cons