En el restaurante.
Marina comía en un silencio abismal, concentrada en su plato. Diego, con una sonrisa, tomó un pedazo de tofu y se lo ofreció a Marina:
—¿Sigues enojada? ¿Verdad? Te gusta el tofu, toma, este es para ti.
—Si quiero comer tofu, yo misma lo puedo agarrar. —Marina alzó instintiva la vista, dándole una mirada rápida a Diego, con sus labios rojos que parecían irresistiblemente sensuales.
Los ojos de Diego se oscurecieron ligeramente:
—Quiero que comas el tofu que yo te doy.
Apenas Diego terminó de hablar, los estudiantes de la mesa vecina no pudieron contenerse y se rieron en voz baja. Marina, que ya tenía las mejillas sonrojadas, se puso aún más roja.
—Come tranquilo y no digas tantas tonterías. —Marina le advirtió en voz baja.
—No he dicho nada fuera de lugar. —Diego tomó otro pequeño pedazo de tofu y se lo acercó de nuevo a Marina—. Te doy mi...
Antes de que pudiera terminar, Marina apresurada le metió un trozo de carne en la boca:
—Cállate.
Diego, entre risas, se comió