Marina sacó enseguida otro documento de su escritorio y se lo entregó a Fernando.
—Dale esto a Eva. Es el 5% de las acciones que le prometí. Y estate al tanto de cualquier novedad con Mateo —le dijo, con un tono directo.
Fernando obedeció y salió de la oficina con el papel en mano. En el pasillo, vio a Ricardo sentado en su silla, girando distraído de un lado a otro. Con una sonrisa cansada, extendió la mano y detuvo el giro.
—¿Qué tal? ¿Todo bien con el trabajo? —preguntó, medio en broma.
Ricardo se levantó de un salto, devolvió la silla de inmediato a Fernando y le sonrió.
—Todo bien, Fernando. Oye, ¿tienes un rato al mediodía? Tengo algo que quiero preguntarte.
Fernando confirmó, y Ricardo, con paso ligero, volvió a su lugar.
Al mediodía, Ricardo compró un café para sobornar a Fernando. Ambos se fueron a un rincón tranquilo, lejos de la gente.
Fernando empezó a beber su café mientras observaba a Ricardo, que se veía bastante serio.
—Dime —dijo Fernando, esperando ansioso la pregunta