Eduardo pidió en ese momento que llamaran a Luna.
Poco después, ella apareció, caminando con elegancia y una agradable sonrisa que iluminaba el jardín. Eduardo la llamó, indicando que era hora de empezar.
Tomados de la mano, él y Luna caminaron hacia el escenario con una presencia impecable que captaba todas las miradas. Una vez allí, Eduardo tomó el micrófono y, con una expresión genuina, comenzó a hablar:
—Queridos amigos, muchísimas gracias por estar aquí hoy con nosotros. Este es un día muy especial para la familia Cabello. Después de tantos años, finalmente hemos encontrado a nuestra hija perdida.
Un aplauso fuerte y sincero llenó por completo el lugar. Los invitados sonreían con agrado y compartían miradas cómplices, sintiéndose parte de la felicidad de la familia.
Justo cuando Eduardo estaba a punto de continuar, Luna lo interrumpió con suavidad:
—¿Cariño?
Eduardo la miró con curiosidad y levantó una ceja, pero enseguida le pasó el micrófono sin dudar.
Luna sonrió con amplia ser