Ya habían elegido la guardería para Yulia, y Marina sugirió:
—¿Qué te parece si cocinamos esta noche e invitamos a Yolanda a casa?
—Como tú digas —respondió Diego, aceptando.
Marina, contenta, no dudó en llamar a Yolanda de inmediato.
El sonido del celular despertó a Yolanda. Todavía medio dormida, estiró la mano sin abrir siquiera los ojos, lo agarró y contestó, con un tono de voz apagada:
—Sí, iré esta noche.
Víctor estaba sentado en el borde de la cama, perfectamente arreglado. La observaba con una sonrisa comprensiva.
Yolanda colgó, abrió los ojos y se giró, sorprendida al ver a Víctor ajustándose las mancuernas, lo que hizo que el sueño desapareciera al instante.
—¿Ya despertaste?
—¿Tú…?
—¿Te preguntas qué hago aquí? ¿Lo has olvidado? Te aprovechaste de mí y te fuiste sin asumir nada —le dijo Víctor, mirándola con tristeza, y muy herido.
Yolanda no pudo articular palabra alguna, pero empezó a recordar lentamente.
—Parece que lo has recordado —dijo Víctor, acariciando suavemente su