Las palabras de Viviana fueron profundamente ofensivas.
Sin embargo, la anciana aceptó y añadió con serenidad:
—Las jóvenes deben aprender a valorarse a sí mismas y dejar de buscar atajos fáciles.
Marina, manteniendo la compostura, le dirigió una mirada sombría antes de responder:
—Qué amable es usted de su parte, señora.
Sin perder tiempo, giró su atención hacia Viviana y, con una voz calmada pero cargada de ironía, agregó:
—Señora Viviana, quizás debería compartir ese consejo con su hija. Dígale que aprenda a respetarse un poco más. ¿No crees?
El rostro de Viviana se deformó por la indignación.
—¡Tú…! —exclamó con furia.
A su lado, Camilo adoptó un semblante serio, y su tono se volvió firme:
—Señora Viviana, le sugiero que elija mejor sus palabras.
Con una sonrisa cargada de total cinismo, Viviana replicó:
—Señor Camilo, siempre tan caballeroso, dispuesto a defender a su exesposa.
Luego, lanzando un suspiro de desprecio, se dirigió furiosa a Marina.
—Marina, si no quieres aceptar mi