Marina dejó con cuidado la bolsa en el asiento del copiloto y se frotó la cara.
—Bueno, ya la compré.
Al llegar a la planta baja, llamó a Yolanda para que bajara y fueran a comer juntas.
—Marina.
Alguien golpeó la ventana del auto.
Marina sorprendida miró y vio a Quiles.
Levantó una ceja y abrió la puerta, avisando primero a Yolanda que subiera.
Dentro del vehículo, Camilo tomaba café mientras revisaba atento documentos.
Marina se sentó a su lado y lo miró ansiosa.
—¿Necesitas algo? —preguntó suavemente.
Camilo dejó el café y alzó de inmediato la mirada.
—Fuiste a Luzara.
Marina sonrió.
—Tienes información actualizada.
Cuando Diego le contó que Camilo había enviado a alguien a seguirla, supo al instante que no podría ocultarle su visita a Luzara. Pero no esperaba que viniera tan pronto.
—Solo fui a apoyar a la señorita Yadira como fan. ¿Eso está mal? —dijo desafiante, cruzando los brazos.
Una sutil coquetería emergió sin que ella se diera cuenta.
—No he hecho nada malo. Soy una ciudad