Capítulo 49

El taxista no paraba de hablar: del tiempo, del partido Madrid-Barcelona que se jugaba esa tarde, del IVA y de los ERE de Andalucía… Era una máquina que sabía de todo y le regaló sus sabios comentarios durante el trayecto, de manera que Laura no pudo pensar en el extraño comportamiento de Sergio.

Acababa de cerrar la puerta de su casa cuando sonó el móvil. Era Celia.

—Hola, ¿qué tal? Te llamo para recordarte que quedaste en venir a las dos, que te conozco y eres capaz de pasar de mí.

—¡No! ¿Por quién me tomas? ¿Quieres que lleve algo?

—Sí, había pensado que trajeras unas cosillas que me faltan.

«Unas cosillas» para Celia era algo así como la mitad del Mercadona y las tres cuartas partes del Hipercor, más unos cuantos detallitos del Lidl, que tiene unas galletas buenísimas. Laura tuvo que coger una libreta para apuntar todos los productos que su hermana recitaba al otro lado como si tal cosa.

—Bueno, basta… No voy a poder con todo.

—Tráete el coche.

—No pienso llevar el coche a tu barr
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