Capítulo 48

Cuando se despertó, el sol entraba a raudales por la ventana, traspasando sus párpados cerrados. Estaba sola en la cama y se estiró con ganas, bostezando. ¿Cómo había llegado a la cama? No recordaba haber ido hasta allí por su propio pie. ¿Y cuándo se había dormido? No lo sabía, y ahora creía que llevaba durmiendo toda la tarde y que todo había sido un sueño, un sueño maravilloso que la luz de la mañana daría por terminado. No quería despertar.

Remisa, abrió los ojos. No había sido un sueño, porque esa habitación no era la suya, era la de Sergio. Allí estaba la mesilla, con el cajoncito de los preservativos a medio abrir, y el reloj que marcaba… ¡las doce! Se incorporó, como si la hubieran impulsado con una polea. Era sábado, había quedado en ir a comer a la casa de su hermana. Hoy era la fiesta de Celia y no podía decepcionarla.

Se levantó despacio, pues el cuerpo le dolía como consecuencia del ejercicio de la noche anterior, y empezó a buscar su ropa por toda la habitación. No la ve
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