Capítulo 30: Una esperanza.

La noche había caído sobre New York, y los pequeños Gabriel y Emma, tomaban las llaves con sumo cuidado para no hacer ningún ruido, y con la misma precaución abrían la puerta de la entrada principal. Estaban decididos, durante el día, la escuela, su nana, los sirvientes o su madre, los mantenían bajo constante vigilancia, y solo la noche les daría la libertad para realizar su objetivo.

—Es hora, vamos, dejaremos un mensaje a papito en la piscina, y le diremos que nos busque en nuestra casa. — dijo Gabriel mostrando a su hermana un par de marcadores.

Emma asintió. — Si, pronto mamita y papito van a estar juntos. — respondió la pequeña con ilusión.

Logrando abrir exitosamente la puerta de entrada sin hacer ruido, los gemelos salieron con paso apresurado hacia los elevadores, y apoyándose en Gabriel, Emma había logrado alcanzar el tablero para presionar el botón que los llevaría al último piso, en donde se hallaba la piscina.

En la piscina, Henry Bennett daba un clavado para aden
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