...
Olaia me acompañó a llevar a la abuela y a Felipe de regreso a la antigua casa de la familia Hernández.
Felipe parecía algo aturdido, pero mostraba una notable cercanía con la abuela.
De vez en cuando me miraba y sonreía de manera tonta, aunque no me decía nada.
Solo la llamaba hija de vez en cuando.
Al ver a mi madre, la saludó como querida. Gracias a su habilidad para manejar las expresiones, logró contener el impulso de poner los ojos en blanco.
Felipe tampoco había hecho ninguna mención de Isabella y Estrella.
—Señora, ha vuelto —comentó una persona al recibirnos en la casa.
Era un poco más joven que la abuela, pero se notaba que pertenecía a su generación.
Cuidar de la abuela no debería representar un problema.
Sin embargo, con Felipe…
—Abuela, creo que sería conveniente que buscara a alguien más para que te ayude a cuidar de ti, para repartir las responsabilidades —propuse.
En la casa solía haber muchos sirvientes, cada uno con su propia función.
No sabía qué había hecho Isab