Dieguito reaccionó rápidamente, bajó del sofá con agilidad y corrió emocionado hacia la puerta.: —¡Tío...! ¡Gracias!
Era la comida que había pedido.
Tomé el pedido, cerré la puerta y acaricié la cabeza de Dieguito: —¿Extrañas a tu tío?
—Eh... no.
Dieguito sacudió la cabeza: —No extraño a mi tío, solo quiero estar contigo. ¿Puedo dormir contigo esta noche?
—Solo si tu tío está de acuerdo.
Lo llevé al comedor y le dije a Enzo: —Enzo, pedí comida de un restaurante local en la Ciudad de Porcelana. ¡Ven a probarla!
—Claro.
Enzo no era exigente con la comida.
Cuando se acercó para sentarse a mi lado, Dieguito subió rápidamente a la silla detrás de él, le dio unas palmaditas en la espalda y, con voz tierna, dijo: —¿Puedes sentarte enfrente? Quiero estar al lado de ella.
Enzo le sonrió, le pellizcó la mejilla y respondió: —Está bien.
La cena consistió en cinco platos y una sopa, y fue bastante relajada.
Dieguito se comportó muy bien.
Solo necesitaba ayuda para servirse más comida.
—¿Qué pasa c