Él soltó una risa sarcástica: —¿Entonces comienzas tus vacaciones pasado mañana?
—Sí.
Sin rodeos, dijo: —Entonces, a las siete de la mañana, partimos hacia la Ciudad de Porcelana.
Me quedaba atónita,
Lo miré, confundida: —¿No ibas a ayudarme primero con Marc?
Con desdén, respondió: —Ahora eres tú la que necesita mi ayuda. ¿No vas a mostrarme primero tu buena voluntad?
— ...
No hay negociación sin astucia.
Marc lo era, y él también.
Pensé en algo y le advertí: — Puedo fingir frente a tus padres, pero soy una mujer divorciada. Ellos probablemente no me aceptarán...
Mateo no lo tomó en serio: —Eso es problema mío.
El ascensor llegó al piso. Respiré hondo y acepté: —Está bien, acepto.
Luego la puerta se abrió.
Nos separamos y, al salir, me sorprendió ver a Enzo frente a mi puerta.
¿La familia Jiménez realmente estaba dispuesta a dejarlo venir a buscarme?
Mateo echó una última mirada en nuestra dirección y continuó su camino: desbloqueó la puerta, entró y la cerró de golpe.
Fuera, solo se o