Ella me apretó con mucha fuerza y clavó sus uñas bien cuidadas en mi piel, haciéndome sentir un dolor ardiente.
Cuando Olaia escuchó esas palabras, también se alarmó y cambió de semblante. Intentó acercarse para detenerla, pero Ania se aferró con fuerza a mi muñeca sin soltarme.
Su mirada era casi enloquecida y fría, exclamando:
—¿No me entiendes? ¡Te dije que llamaran a Marc!
—...De acuerdo
Olaia, preocupada por mi embarazo, no se atrevía a tirarme a la fuerza. Con mucha contención, cedió:
—Ahora mismo le marco, ¡pero suéltala primero!
—¡Imposible!
Después de que me llevara fuera del centro comercial, caminamos un tramo más, y al frente había una calle concurrida. Recordé la terrible escena de la sangre en el cuerpo de Marc, y me entró un escalofrío. Ania... quizás en verdad sería capaz de llevarnos a los dos a la muerte juntas…
Olaia estaba pálida de preocupación y ya había marcado el número mientras la tranquilizaba:
—No hagas algo imprudente y no la lastimes.
—¡Pon el altavoz!
Ani