— Yo me encargaré.
Olaia, en un gesto de tranquilidad, intentó calmar a Eloy: — De verdad, no es nada grave. Por favor, no le digas nada a Delia, te lo ruego.
— Está bien.
Viendo que ella prefería que no se metiera en el asunto, Eloy decidió no intervenir: — Haz lo que tengas que hacer.
Olaia regresó junto a José, y en ese momento, el gerente del hotel se acercó: — Señor José, mi superior aún está en camino, pero mientras tanto, permítame llevarlo a la sala de descanso, para que pueda relajarse un poco y tomar un café mientras espera.
José levantó la mano, restando importancia a la propuesta: — Apúrelo.
El gerente, visiblemente nervioso, no se atrevió a contrariarlo y, delante de José, hizo una llamada.
Olaia, en voz baja, le preguntó a José: — ¿No deberíamos revisar las cámaras primero?
José le respondió con calma: — Hay algunas funciones a las que solo el dueño del hotel tiene acceso.
Olaia comprendió al instante.
Las grabaciones disponibles para cualquiera probablemente no servirían