El vapor se deslizaba sobre sus pieles mientras el jacuzzi los recibía, cálido.
Rosalind se aferró a los hombros de Donovan como si en ellos estuviera toda la estabilidad del mundo. Aún podía sentir sus latidos fuertes.
Donovan la mantuvo sobre sus piernas, bajo el agua burbujeante, mirándola con una intensidad que hizo que su respiración se volviera irregular.
—Déjame verte… —murmuró él alzándole ligeramente el mentón para que sus ojos se encontraran—. Toda tú…
La luz de la estancia iluminó los ojos azules de Rosalind, resaltando ese destello travieso mezclado con pura devoción.
Ella deslizó sus dedos por la mandíbula de Donovan. Ese pequeño detalle la hizo suspirar. Perdida en su hombre.
—¿Así está bien? —preguntó ella con voz suave, como si temiera romper el momento.
Donovan negó lentamente, acercando más su rostro al de ella.
—No. Quiero mirarte más, sentirte más… —susurró contra su boca, haciendo que la piel de Rosalind se erizara.
Ella exhaló, temblorosa.
—¿Más? —re