C8: Nunca quise divorciarme.
Ámbar salió del hospital inmersa en sus pensamientos que parecían no darle respiro. En una mano sostenía el pequeño ramo, cuyas flores ya no lucían tan frescas como al inicio de la ceremonia, y con la otra mano intentaba retirarse el velo de la cabeza. El aire fresco de la calle le golpeó suavemente la piel, obligándola a alzar la vista hacia la vereda.
No esperaba encontrarse con nadie conocido, mucho menos con alguien a quien había jurado no volver a ver tan pronto. Pero, para su desconcierto, a unos metros frente a ella, descendía de un auto una figura que reconoció enseguida: su exesposo.
Vidal entrecerró los ojos, como si no acabara de creer lo que veía. El contraste de Ámbar vestida de blanco, a la salida de un hospital, despertó en él una ola de sospechas y preguntas que lo empujaron a dar unos pasos hacia ella.
—Ámbar… ¿qué haces vestida de novia? ¿A qué viniste a este hospital?
—Esa es la misma pregunta que te hago yo a ti… ¿qué estás haciendo aquí, Vidal?
—Te estaba buscando