C72: Esto es tu culpa.
El silencio que siguió fue punzante. Las lágrimas, que antes se habían detenido en los bordes de los ojos de Alaska, comenzaron a deslizarse por sus mejillas con lentitud, marcando su rostro con la fragilidad de una herida abierta. Tragó saliva con dificultad, intentando mantener algo de dignidad entre tanto dolor.
—Vidal… yo ya cumplí con mi deber al decírtelo. Tenías derecho a saberlo, porque eres el padre. No quería tomar esta decisión sola, ni ocultártelo. Pero quiero que te quede algo muy claro: voy a tener a este bebé. No pienso deshacerme de él, por mucho que tú quieras que lo haga. Aunque me esté muriendo de miedo, no le pondré fin a su vida.
Vidal apretó la mandíbula.
—¿Estás segura de lo que estás diciendo?
Ella lo miró fijamente, con los ojos enrojecidos, pero en su mirada había una chispa de ironía, una sonrisa amarga que no alcanzó a ser del todo una sonrisa.
—Claro que estoy segura —respondió con desilusión—. ¿Sabes? Ahora me queda claro que todo lo que alguna vez me di