C34: Tenemos que hablar.
Raymond tomó con suavidad la mano de Ámbar y la ayudó a bajar del escenario. Al pasar junto a Alaska, Ámbar se detuvo por un segundo, la miró con serenidad y le habló cerca del hombro.
—Si quieres quedarte, puedes hacerlo. Al fin y al cabo, es nuestra fiesta de cumpleaños, hermana.
No hubo más palabras. Ámbar siguió su camino sin volver a mirarla, y Raymond la acompañó, guiándola con delicadeza fuera del salón. Ambos necesitaban alejarse de la multitud, respirar un poco, dejar que el ruido y las miradas quedaran atrás.
Caminaron por un pasillo largo y silencioso que conducía hacia los baños y las zonas más apartadas del lugar. Allí, en medio del corredor tenuemente iluminado, se detuvieron. Ámbar apoyó una mano en la pared, tratando de recuperar el aliento; el peso de todo lo ocurrido comenzaba a caerle encima, aunque no en forma de cansancio, sino de alivio.
—¿Estás bien? —le preguntó Raymond, acercándose con preocupación.
—Sí… sí, estoy bien —respondió ella, esbozando una leve sonri