Eres libre.

Estaba segura de que algo se había arrastrado hasta su boca y había muerto allí. El sabor amargo y el olor a rancio de su aliento mañanero le provocó náuseas, por no mencionar que cuando se levantó de la cama, una fuerte punzada le atravesó la cabeza… Corrió al cuarto de baño, cerró apenas la puerta y cayó de rodillas frente al retrete. Dios, era un desastre y era malo, muy malo. Cuando se percató de que nada más saldría de su boca, se puso de pie y otra punzada sintió en la cabeza. El dolor era insoportable, pero hizo lo posible para mantenerse de pie, lavarse la cara y los dientes. Meditó unos segundos frente a la cortina que separaba el cubículo de la ducha… Un buen baño con agua caliente estaba a la orden del día.

Veinte minutos después, salió del baño envuelta con una bata. Al menos su aliento ya no olía a rancio y los mareos menguaron considerablemente. No recordaba mucho de los sucesos de anoche. Solo tenía vagos retazos de recuerdos rondándole la mente, como que había estado b
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