Calabaza.
Logan giró sobre sí y frunció un poco el ceño, mirando a su madre y lo que ella estaba haciendo con sus manos. Entonces se percató de que acariciaba el anillo de bodas. Nunca quiso quitárselo y Logan todavía no entendía del todo el por qué. Su padre había fallecido años atrás, pero su madre conservaba el anillo de bodas como un tesoro único e irremplazable. Tal vez lo era y…
—Por supuesto, si la propuesta se realiza, quiero ser la encargada de organizar la boda. —Profundizó su ceño en confusión y los ojos risueños de su madre lo miraron con picardía—. Quita esa cara, hijo. No hay nada por lo que preocuparse, déjame todo a mí.
—No nos vamos a casar —inquirió, negando con la cabeza.
—No ahora, pero dentro de unos cuantos meses las cosas podrían cambiar y…
—Mamá —enfatizó, acercándose a la camilla—. No habrá boda. —Miró de soslayo a Lucía y se dio cuenta de las mejillas sonrosadas y la cabeza gacha. Por su bien, esperaba que Lucía no estuviera imaginando cosas que nunca iban a ocurrir, n