Abrir el corazón

Llegar a casa rodeada de los recuerdos que me proporcionaban protección llenó de un gran alivio a mi corazón. Las cosas de mamá estaban intactas, el pueblo mismo estaba intacto, el mar tan especial de San José me invitaba, la sonrisa de Emanuel me rejuvenecía y mi cama, oh i cama y mi techo filtrado por el tanque eran lo mejor.

El doctor Caster se encargó de revisarme y me aseguró que en tres semanas estaría bien, “por lo menos del cuero”, fue específico. Cuando hubo guardado sus asuntos médicos se acercó a mi mesita y tomó de ahí el corazón de oro.

-Costoso.-Afirmó levantándolo hacia mí.

-Sí, supongo.-Lo miraba pero evadiendo

-Un corazón de oro.

-Sí, de oro.-Lo dejó en su sitio, yo me acomodé en la cama, me sentía un poco mejor.

-No seas tan dura contigo misma Mar

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