Cuando sale de la tienda, unas cuantas miradas la observan y sabe que no puede moverse libremente sin levantar sospechas.
La otra tienda grande donde cree que Amara podría estar retenida está justo al lado, pero no se atreve a entrar, no estando bajo la mirada de los guerreros.
Inmediatamente piensa en un plan y camina hacia un grupo de ellos sentados junto a una fogata donde cuelga y se asa un ciervo, con la mayor parte de sus miradas puestas en ella.
"Nunca he comido ciervo asado, ¿sabe bien?", pregunta con una sonrisa cortés en la cara. Los hombres la miran con expresión seria y uno de ellos saca su cuchillo, corta un trozo de ciervo y lo pone en un plato que luego extiende hacia ella.
Leila lo toma, con la sonrisa aún dibujada en el rostro. Necesita una forma de que los hombres bajen la guardia. Uno de ellos le ofrece su taburete.
"No sé por qué el Alfa nos ha pedido que seamos amables contigo, pero ya que tú estás tomando la iniciativa, nosotros también podemos", dice.
"Grac