Leila frunció el ceño mientras el coche se alejaba a toda velocidad, con el corazón encogido mientras contemplaba la extensión de tierra que la rodeaba. No tenía idea de cómo moverse por la capital ni de qué tenía que hacer a continuación.
¿Debería volver con su manada? Podría hacerlo, pero eso solo le daría a Antonio una excusa para decir que le desobedeció y solo la diosa sabría qué maldad le haría a la manada como consecuencia de ello.
Acudir a su llamada también era un suicidio, ya que dejó muy claro que su intención era matarla con la orden que le dio a Kelvin.
Si pudiera contactarse con Tatum, él sabría qué hacer y la ayudaría.
Las lágrimas se acumularon en sus ojos y las dejó caer mientras estaba sentada en el polvoriento arcén, con el corazón oprimido por el dolor y revuelto por la amargura.
Cada paso adelante parecía dos pasos atrás. Que Trent pagara por sus crímenes no le parecía ninguna victoria. Su marido y su hija seguían desaparecidos y ella estaba atrapada en la ca