Leila y Tatum subieron por el túnel y luego bajaron al sótano del castillo, tal y como les había descrito Tatiana.
El aire del sótano olía a humedad, como si nadie hubiera estado allí en mucho tiempo. Los sonidos de bichos arrastrándose por el suelo irritaban a Leila, que gritaba cuando pisaba un insecto.
“¿Quién está ahí?”, se oyó la voz de Kelvin débilmente delante de ellos.
El corazón de Leila dio un salto de alegría y abrazó a Tatum. “¡¿Kelvin?!”.
“¡¿Leila?! ¡¿Leila, eres tú?!”.
Leila tiró de Tatum mientras se apresuraban hacia el sonido de la voz.
“Kev, ¿dónde estás?”, preguntó Leila, con la confusión apoderándose de su expresión de felicidad. La voz de Kelvin parecía provenir de justo delante de ellos, pero no había nada más que pasillos a su alrededor.
“Estoy justo aquí”, respondió Kelvin.
Esta vez su voz sonaba aún más cerca, pero seguían sin poder verlo. Era como si su voz proviniera de las paredes.
“Maldito Antonio, probablemente sea algún otro tipo de brujería”, di