Los ojos de Tatum estaban llenos de pasión, deseo y lujuria. Exactamente de la misma forma en que él la miraba siempre que hacía sus promesas. Sostuvo el rostro de Carmela, sonriéndole dulcemente mientras sus ojos brillaban.
“Siento no haberme casado contigo en cuanto volviste. Solo quería estar seguro, pero ahora lo estoy y tú eres a quien elijo”.
El dolor atravesó el corazón de Leila de un lado a otro y apoyó su cabeza contra la barra de acero.
‘Nunca te dejaré ir’.
Recordó la promesa que le hizo Tatum y su corazón se rompió aún más.
¿Acaso ella era tonta por tener esperanzas? ¿Él lo estaba diciendo en serio?
Sí, lo decía en serio, ella podía sentirlo, era real. No era su culpa. Lo habían engañado y el vínculo de pareja era difícil de combatir.
Si de algún modo sobrevivía a esto, lucharía con todas sus fuerzas para alejarlo de las garras malignas de Carmela.
Ella era su elección, la que su corazón realmente quería. Carmela solo se aprovechó de él, pero ella no dejaría que