ELAINE

Hoy era el tipo de día que nunca admitiría que estaba esperando con ansias. Uno de los empleados de Duncan, un joven llamado Karl, finalmente recibía el alta después de haber sido atacado por uno de los caballos. Yo misma lo había tratado y se había recuperado bien, pero lo que me tenía revisando mi reflejo en el espejo de mi oficina no era el paciente.

Era la posibilidad de que Duncan pudiera aparecer. Con los niños de vuelta en la escuela, ya no tenía una buena excusa para pasar casualmente por su casa.

Y me negaba a ser el tipo de mujer que inventa razones solo para ver a un hombre. Aun así, ahí estaba yo, arreglándome el cabello, aplicándome un poco de brillo en los labios y fingiendo que todo era por profesionalismo.

Apenas tuve tiempo de abrocharme nuevamente el abrigo antes de que Trish apareciera en mi oficina.

—Ooooh —sonrió, apoyándose en el marco de la puerta—. Alguien se está maquillando. Déjame adivinar... ¿Duncan viene hoy?

Puse los ojos en blanco.

—Karl recibe el