Lo que se siente ser libre.
SEBASTIAN
La puerta de la celda se abrió con un fuerte chirrido metálico. Aun así, no me moví de inmediato, seguramente alguien saldría en libertad otra vez, pero no sería yo.
—¡Tú! —ladró un oficial, el mismo que siempre se hurgaba la nariz y se limpiaba en los pantalones.
Estar encerrado día y noche significaba tener poco que hacer, así que observar los hábitos asquerosos de los policías era mi única forma de matar el tiempo.
—¡El de la camiseta verde! ¡Levántate! —volvió a gritar y esta vez, reaccioné. Era el único con camiseta verde en la celda. No obstante, no pude ocultar mi sorpresa y me señalé el pecho.
—¿Yo?
—Levántate de una puta vez —la paciencia del Oficial Moquillo se estaba agotando rápidamente, así que me puse de pie de un salto y me acerqué a la reja. Observé completamente atónito cómo abría el cerrojo y volvía a ladrar—. Vamos.
Apenas podía creer lo que veían mis ojos, incluso después de salir de la celda y entrar en el área amplia de la c