Saco de boxeo
ELAINE
En el momento que me deslicé por las puertas y divisé el auto de mi padre perfectamente estacionado en la entrada, un profundo temor se instaló en la boca de mi estómago.
Me quedé paralizada, con el pulso acelerándose.
Estaban en casa.
Nunca debían llegar antes que yo.
Permanecí allí entre las sombras, aferrándome a los barrotes de hierro de la puerta como si eso pudiera calmar el pánico que crecía dentro de mí. Miré mi reloj de pulsera. Diez minutos. Todavía me quedaban diez minutos completos. Estaba segura. No debían regresar hasta mucho más tarde.
Mi corazón latía dolorosamente contra mis costillas. Quizás estaba equivocada. Tal vez acababan de llegar también. Tal vez si entraba con suficiente sigilo, ni siquiera notarían que había salido.
Pero una pequeña voz insistente en mi cabeza no me dejaba aferrarme a esa esperanza. Lentamente, di un paso adelante, con los ojos recorriendo nerviosamente el jardín. Me acerqué al auto y presioné mi mano temblorosa contra