Ecos en la sombra
La noche había caído como un manto denso, pesado, que parecía absorber cada sonido a nuestro alrededor. Caminaba junto a Ana, con el corazón latiendo rápido, como si cada paso nos acercara a un precipicio invisible. La noticia que nos había dado Elías, ese hombre extraño que se hacía llamar parte de los Vigilantes, no dejaba de dar vueltas en mi cabeza, mezclándose con las imágenes confusas de todo lo que habíamos vivido hasta ahora.
—¿De verdad crees que podemos confiar en ellos? —le pregunté en voz baja, mientras evitaba mirar las sombras que parecían jugar a nuestro alrededor, al acecho.
Ana apretó la libreta contra su pecho, sus dedos temblando apenas perceptiblemente.
—No lo sé, Ethan —respondió—. Pero si hay alguien que puede ayudarnos a entender todo esto, es ellos. Y si no, no nos quedará otra que enfrentarlo solos. Porque esto no va a detenerse, no mientras ese espejo siga activo.
Recordé la última vez que estuve en su casa, cuando vi aquel espejo antiguo cu