Siento cómo mi corazón late con fuerza; la espera me está matando. Hace media hora que Adam se puso mal y nadie ha salido a darme noticias de él. Me siento terriblemente mal; las náuseas regresaron y siento mi cuerpo temblar.
—¡Luz! —veo a mi amiga Ana entrar por las puertas del hospital.
—¡Ana! —corro hacia ella y la abrazo mientras lloro.—Ana, él se descompuso —sollozo—. No sé nada de él, Ana, yo me muero si a él le pasa algo.
—Hey, amiga, tranquila. Él es fuerte, sé que estará bien. —Yo asiento, hipando, y en ese momento sale el doctor.
—¿Doctor, dígame que está bien?
—Afortunadamente logramos estabilizarlo, pero sigo insistiendo, señorita: lo mejor que puede hacer es dejarlo ir.
No lo dejo hablar más porque salgo corriendo a la habitación. Al verlo así, sigo en coma, siento una profunda tranquilidad.
—Mi amor... —me siento a su lado y tomo su mano—. Por favor, sé que te lo he dicho mucho, pero necesito que vuelvas, por favor, mi amor. —Comienzo a llorar como una niña pequeña. E