capitulo 3

Estoy sentada en una de las sillas del avión privado de mi jefe. La verdad es que me siento bastante aburrida, ya que él está concentrado en su computadora y no me ha dirigido la palabra desde que entramos en el avión. Es un idiota, ¿cómo pudo obligarme a venir aquí?

—¿En qué tanto piensas? —la voz de mi jefe me saca de mis pensamientos, haciendo que lo mire.

—En nada.

—Tu rostro no dice lo mismo, estabas haciendo unas caras bastante raras —¿desde cuándo me estaba observando?

—Y desde cuándo usted me observa —este me dedica una sonrisa malévola.

—Yo puedo mirarla todo lo que yo quiera, señorita Jones —es un hijo de puta engreído.

—¿Ah, sí? No me diga, señor Giordano. Bueno, pues quédese mirando, yo iré al baño —me levanto y camino hasta el baño, pero siento la mirada de mi jefe clavada en mi espalda, lo que me pone más nerviosa de lo normal.

Por fin, estamos ya en Venecia. Cuando llegamos al hotel, mi jefe pidió dos habitaciones, pero al parecer le encanta el lujo porque pidió las dos habitaciones más caras que tiene el hotel.

—¿Qué necesidad de gastar tanto dinero?

—Señorita Jones, me gusta vivir a lo grande.

—Sí, por eso hace negocios raros —mierda, no debí decir eso. El rostro de mi jefe se transforma en uno que irradia puro enojo, y en un rápido empujón me mete en su habitación, luego me acorrala contra una pared.

—Mira, ya me estás cansando, Valerie. No quiero que se te vuelva a escapar nada de eso. ¿Me entendiste?

—Sí, pero no tienes por qué gritar —me suelto de su agarre, y cuando voy a salir de la habitación, este me toma de la cintura, pegando mi espalda a su pecho duro—. ¿Qué hace? —este comienza a subir y bajar sus manos por mi cintura, haciéndome estremecer.

—Algo sí le tengo que aceptar, señorita Jones —corre mi cabello hacia un lado, depositando un beso en mi cuello—. Es usted una exquisitez, su cuerpo me trae loco —da un apretón a mis caderas, haciéndome sobresaltar—. Deseo probar su boca y luego... —antes de que diga algo más, me separo de golpe.

—Escúcheme bien, señor Giordano, no quiero que me vuelva a tocar de esa forma. Usted es mi jefe —este sonríe, cosa que no me gusta.

—Sí, Valerie, soy tu jefe, pero recuerda que tú estás en mis manos y si yo te quiero en mi cama ahora mismo, tú lo vas a hacer porque de eso depende tu vida y la de tu amiguita —siento cómo mis ojos se llenan de lágrimas, pero no permitiré que me vea débil.

—Está bien, quiere tenerme en su cama, ¿ok? —comienzo a quitarme los zapatos y luego me quito el vestido bajo la atenta mirada de él. Cuando ya estoy en ropa interior, doy un paso hacia él—. Aquí estoy, puede hacer lo que quiera conmigo. Como usted dijo, estoy en sus manos, pero quiero que entienda algo: aunque me tenga en la cama todos los días, nunca va a lograr que yo sienta algo más que asco —la cara de Dante cambia, se pone rojo y, sin que yo me lo espere, este toma mi ropa y mis zapatos, luego me agarra con fuerza del brazo, sacándome de su habitación solo con ropa interior—. ¡Es un hijo de perra! —me meto rápidamente a mi habitación y me doy un baño para relajarme, ya que me siento bastante tensa y en mi condición no es bueno. Hace varios años me diagnosticaron una arritmia, así que no es bueno tener mucho estrés porque mi corazón puede fallar y morir, cosa que no quiero. Hace varios años llevo esperando un trasplante de corazón, pero lamentablemente aún no llega, pero aún tengo fe en que este llegue.

A la mañana siguiente, me levanto temprano y me doy una ducha rápida para ir a desayunar, ya que muero de hambre. Me decido a ponerme una falda de jean y una blusa.

Salgo de la habitación y me dirijo al restaurante, pero para mi mala suerte, cuando llego, mi peligroso jefe ya está ahí.

—Hola, señorita Jones —paso derecho y no le digo nada, solo voy a la barra y pido lo que voy a comer, sentándome lo más lejos posible de él, pero para mi desgracia, el hombre se sienta al lado mío—. ¿Me está evitando, señorita Jones?

—¿Qué come, que adivina, señor Giordano?

—Recuerde que soy su jefe, así que me debe respeto.

—Y lo hago, señor Giordano. ¿Ahora puedo tener un desayuno tranquilo?

—Claro —no dice nada más, pero se queda ahí tomando su maldito café y leyendo el periódico, lo que me da más rabia ya que yo lo quería lo más Pero él se queda allí, tomando su maldito café y leyendo el periódico, lo que me da más rabia, ya que yo quería que estuviera lo más lejos posible de mí. Cuando terminamos, nos montamos en el auto y el chófer nos lleva a un lugar, pero ni siquiera sé a dónde vamos.

-¿A dónde vamos, señor Giordano?

-Necesito reunirme con unas personas, así que por tu bien, no hables. Solo déjame hablar a mí.

-¿Son gente mala?

-Sí, Valerie. Dios, no quiero ir.

-No quiero ir, me quiero quedar en el hotel.

-Valerie, no es lo que tú quieras. Se hace lo que yo quiera, y si yo quiero que me acompañes, pues me acompañas, y punto. Ya deja de ponerme todo tan difícil. - No digo más en todo el camino y, al llegar, me doy cuenta de que es una finca muy hermosa con caballos y muchas flores a su alrededor.

-Señor Giordano, bienvenido. El señor Luciano lo espera. - Este me toma de la mano arrastrándome por toda la casa, pero cuando intento soltarme, este aprieta más su agarre.

-Vaya, pero mira quién vino, mi gran amigo Dante. - Veo que mi jefe no lo mira bien.

-Luciano, ahorrémonos eso. Tú ya sabes a lo que vine. - Aquel hombre posa su mirada en mí y me recorre de una manera que no me gusta para nada.

-¿Y quién es esta belleza? - Siento cómo Dante se tensa y me agarra de la cintura.

-Esta belleza es mi mujer. - ¿¡Su qué?! ¡Esperen, escuché bien!

-Oh, Dante, como siempre tienes buen gusto para elegir mujeres. - Lo miro con ganas de matarlo, pero aquel señor dice algo que me deja helada.

-Espero que no la encuentren pronto, porque cuando sepan qué relación tiene contigo, tus enemigos no dudarán en ir por ella. - En un rápido movimiento, Dante lo tiene acorralado levantándolo de la camisa.

-¡Oh, por Dios! - Digo asustada.

-Mucho cuidado con ir a decir algo, maldito cerdo, porque si no, yo mismo me encargaré de matarte.

-Oye, Dante, tranquilo, somos amigos.

-¿Amigos? Por favor, Luciano, en este negocio no hay amigos, así que no hables m****a. Solo te digo que quedas advertido. Si a ella le pasa algo, juro que iré por ti y no tendrás dónde esconderte. - Siento cómo mi corazón comienza a ir a mil, y eso es malo, muy malo.

-¿Belleza, estás bien? ¿Estás algo pálida? - Dante se gira y al verme, su cara cambia a preocupación.

-Valerie, ¿estás bien?

-Sí, creo que se me bajó la presión. Quisiera sentarme. - Este me ayuda a sentarme y piden que traigan un vaso con agua.

-Si sigues así, llamaré a un médico.

-¡No! Ya me siento mejor. - Este parece no creerme, pero yo le doy una sonrisa intentando que me crea.

-Mejor vamos al hotel. Luciano, quedas advertido, ni una palabra de su existencia.

-Está bien, cuídate, linda. - Ambos salimos y ninguno dice nada en todo el camino. Cuando llegamos al hotel, no me espero nada y entro a su habitación con él.

-¿Quién te dijo que entraras?

-¿Por qué mierdas me llevaste a ese lugar?

-Porque quería.

-¡Esa no es razón! Ahora, por tu m*****a culpa, quizás esté en peligro.

-Él no dirá nada de eso. Puedes quedarte tranquila.

-Por favor, entre bandidos, nunca hay lealtad. ¿Crees que él guardará el secreto de algo que ni siquiera es verdad? - Digo alterada.

-Deja de exagerar, nada te va a pasar.

-Mira, Dante, si a mí o a mi amiga nos pasa algo, juro que me las pagarás. - Cuando me voy a ir, este toma mi brazo jalándome.

-No me gusta que me amenacen.

-¿Ah, sí? Pues a mí no me gusta que me pongan en peligro, y tú lo haces bastante seguido.

-Sabes qué, mejor vete, no te quiero ver.

-Oh, qué casualidad, porque yo tampoco. Así que, adiós. - Y salgo dando un portazo, mientras escucho un golpe seco que viene de la habitación de Dante, gritando "¡maldita sea!".

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