El motor de la moto todoterreno rugió con un ronroneo bajo mientras Serena salía de la caravana. Vestida con el traje negro y ajustado que había sacado del compartimiento secreto, parecía una sombra furtiva bajo la pálida luz de la luna. El casco con visera oscura ocultaba su rostro, convirtiéndola en una figura anónima de pura voluntad. Antes de irse, echó una última mirada a la caravana, sabiendo que Dante, el Zhar herido, la observaba desde dentro, depositando toda su fe en ella.
La primera parte del plan era sencilla: llegar al almacén sin ser vista. Con la caravana oculta en un claro de árboles, Serena se movió con la destreza de un depredador, usando los caminos de tierra y los atajos del bosque que había memorizado durante su exploración. El potente motor de la moto la llevaba a través de la noche, un fantasma sobre ruedas que no dejaba rastro.
Al llegar a una distancia segura del almacén, ocultó la moto y regresó por el camino que había venido, moviéndose a pie. En el remolque