ARTEMISA
—Por eso me utilizas—rápidamente se aleja de mi—soy una pieza más para ti.
—Tú lo dejaste muy claro en ese hotel—le recuerdo— cada uno aquí buscas sus propios intereses—no seguiré comportándome como una mártir, también soy una hija de perra porque no se rogar—tu resolver el caso, ayudar a mi hermana—enfatizo en esa palabra—y yo salir bien librada de esta mierda.
—No me trates como tu lame culos—me toma del brazo cuando pretendo irme—no soy tu sirviente Artemisa porque si me da la puta gana puedo meterte a la cárcel.
—Hazlo—lo encaro levantando mi mentón—pero no me vengas con esa mierda de absurda moralidad que conmigo no va—sus ojos azules me queman, me traspasan y siento que caeré en cualquier momentos, es que n logro comprender ¿que causa en mí? ¿porque me avasalla como un maldito terremoto removiendo mis fibras más sensibles? —no soy una mujer que viva de miedos y si estoy donde estoy no ha sido precisamente por ser una monja o hermanita de la caridad Gulio, quiero hacer l