STAVROS.
Le habló tomándola de las manos, dejándola apoyada en su escritorio, envuelvo mi polla en el preservativos, al tiempo que escupo para humedecer y abrir sus pliegues húmedos para meterme de una sola estocada que la pone a gritar.
No la resiste e intenta alejarse, pero la sostengo de las caderas embistiendo duro, con rabia contra todas las malditas mujeres, les gusta los hombres malos, que no las valoran, que las tratan como animales, aquí tienen a una bestia convertida.
—Dios santo Stravros más suave —chilla y sonrió sin bajar la velocidad mientras tengo que cubrir su boca para minimizar los gritos que salen de ella.
Sostengo sus caderas, entierro mis uñas en sus nalgas mientras se acostumbra a mis penetraciones y comienza a humedecer, aprieta mi polla gruesa con satisfacción cuando el gozo la invade, duele al principio, pero una polla que se estrella en tu tope de hace gozar, una más que no le cabe completa, pero me ayuda con la maldita tensión que tengo con todo el peso de