El viento frío se hizo más intenso, y Valeria abrazó sus hombros como si pudiera protegerse del aire gélido, pero, en realidad, no podía alejar la sensación de claustrofobia que la envolvía. Mientras hojeaba los papeles, cada nombre y cada cifra parecían burlarse de ella, como si se tratara de un rompecabezas imposible de resolver, una maraña de información que, al final, solo servía para reforzar el control de Alexandre sobre su vida.
Se inclinó hacia adelante y, con una mano temblorosa, comenzó a escribir en uno de los formularios. Su mente divagaba mientras sus ojos seguían la danza de las letras y los números. Se preguntaba si, en algún rincón oscuro de esa mansión, el hombre que la mantenía allí observaba cada uno de sus movimientos. Si todo esto era solo parte de un plan para mantenerla ocupada, para que su mente no se atreviera a rebelarse, o si había algo más detrás de esta aparente "generosidad" que la obligaba a trabajar en la terraza.
La imagen de la mujer mayor apareció de