El sol aún no se alzaba del todo en el horizonte cuando Camila se incorporó lentamente en la cama. Estiró el brazo por inercia, pero el otro lado estaba vacío. Se frotó los ojos, sintiendo ese nudo leve en el pecho. Se levantó despacio, con la bata colgando de sus hombros, y fue directo al baño. Miró alrededor.
El estante donde Adrien solía dejar su cepillo y su loción ya no estaba igual. Abrió el armario. Vacío.
Camila se quedó en silencio un instante, como si quisiera convencerse de que eso no era definitivo. Pero al ver todo tan ordenado y sin rastro de él, suspiró profundamente.
—Así que hablabas en serio… te fuiste —murmuró con una mezcla de alivio y melancolía.
Entró a la ducha dejando que el agua tibia corriera por su cuerpo. Cerró los ojos por un momento, dejando que las gotas le aclararan los pensamientos. No lloró, pero sintió una extraña presión en el pecho. Cuando terminó, tomó una toalla, se secó lentamente y, al salir del baño, fue directo a buscar un vestido.
Escogió un