El mesero llegó con una sonrisa profesional, sosteniendo su libreta y esperando las órdenes.
—¿Han decidido qué van a ordenar? —preguntó cortésmente.
Camila bajó la mirada a la carta nuevamente, aunque en realidad no estaba prestando mucha atención. Aún tenía en la mente las palabras de Adrien.
—Eh… sí, yo quiero la pasta a la carbonara y una ensalada —dijo al fin, cerrando la carta.
Adrien la observó con una leve sonrisa antes de dar su propia orden.
—Para mí, un filete término medio con vegetales salteados —dijo con firmeza—. Y tráiganos otra copa de vino.
El mesero asintió y se retiró con las órdenes.
Camila respiró hondo y se atrevió a levantar la vista, encontrándose con los ojos oscuros de Adrien, que no habían dejado de observarla con intensidad.
—¿Sabes? —dijo él, inclinándose un poco sobre la mesa—. Me gusta que seas directa, Valentina. Pero no creas que eso me asusta.
Ella entrecerró los ojos, sintiendo que esa cena estaba tomando un rumbo peligroso.
—No intento asustarte —r