—¿Va a bajar a desayunar? —era la voz fría tosca y desagradable de Yolanda
Me acomodé un mechón detrás de la oreja
—No, me siento mal, díganle a Santiago que me traiga el desayuno
Yolanda soltó un bufido y se fue sin responder, y solo pasaron unos minutos cuando escuché pasos suaves y la puerta volvió a sonar
—Señora… soy yo —dijo Santiago entrando con la bandeja— el señor dijo que desde ahora yo seré quien la atienda
Eso me sorprendió porque Martín había dado esa orden seguramente por la manipulación que usé anoche y mientras procesaba eso Santiago abrió la bolsa que traía y me entregó un pequeño paquete con las medicinas
—Aquí están los remedios que pidió y mañana traeré el baúl, solo encontré uno pero aún estoy viendo cómo sacarlo sin que nadie sospeche
—Perfecto —respondí
Tomé mis cosas y me apliqué las cremas en las zonas lastimadas respirando hondo para soportar el ardor, luego hice estiramientos suaves porque Melanie estaba débil y tenía que recuperar fuerza para lo que vendría